Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ

jueves, 24 de enero de 2019

Recorriéndome.

Pequeños pies resquebrajados.
Rodillas ligeramente desviadas. Caminar chueco, quiero ir siempre para el lado contrario al que elijo. Torpe andar, ya tropecé 20 veces con la misma piedra, y aún así, me pienso equilibrista y me sigo deseando con un par de piernas largas que me saquen del incómodo metro cincuenta en el que me atasqué siete años atrás.
Estrechas caderas tímidas, endurecidas como mis isquiotibiales cortos, oxidadas como mis articulaciones femorotibiales. Tengo veinte kilos en cada pierna y los cinco sobrantes que corresponden a mi pecho de jaula ancha, de costillas abiertas que en una exhalación intento cerrar pero vuelven a expandirse, y aún así el órgano de piedra rara vez sale a dejarse acariciar.
Mis clavículas recorren de hombro a hombro más centímetros de los que me gustaría. Cada vez que me miro de espaldas me gusto un poco menos y me pregunto cómo desviar mi cintura a una curva tan pronunciada como la mis anulares torcidos que no me deja taparme los ojos sin espiar por el hueco.
Finos labios resquebrajados. Sonrisa que sangra por las grietas, las encías y por las las ganas de no sonreír. Por encima cae derretida mi nariz. De perfil tampoco me miro con amor.
Miro fijamente con estos ojos rasgados que parecieran observarlo todo pero en realidad no ven nada. Si no emito sonido es porque me vuelvo sorda y ciega y me pierdo en otros mundos de mi imaginario. Me cuesta no irme. Me enoja no saber habitar el ahora, me irrita querer el allá y no el aquí.
Mi cuerpo grita a través de mi piel porque abrí la boca y no supe qué explicación dar cuando me preguntaron qué me pasaba, cómo es que aún estando parecía no estar presente. La piel se enrojece y se descascara. Se descascara el cuero cabelludo, la frente, la nariz, los labios, el mentón, los dedos de las manos, las plantas de los pies. Lo que no sale por la voz, por algún lado tiene que erupcionar. Soy como un volcán que nunca está dormido pero tampoco quema.
Quiero recorrerme sin juicio, desearme así y en este mundo. Quiero estar presente cuando me pregunten qué pasa, para llenar mi garganta de lava y explicarles que no tengo idea pero que me encantaría que me ayuden a descubrirlo.
Y entonces sucede, el órgano de piedra se deja acariciar.


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