Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ

jueves, 12 de junio de 2014

Nada.

Me urgía la necesidad de manchar con tinta el papel otra vez. Acá, entre mis costillas, chorreaba el deseo de exprimir el lápiz con mi mano y hacer que largue todo el jugo de mis sentimientos al trazar letras y signos sobre los renglones. Pero sucede con mis sentimientos lo mismo que pasa con las naranjas agrias y duras. Las naranjas agrias y duras no se pueden exprimir porque no tienen jugo, porque están secas, deshidratadas. No sirven para nada.
Sentimientos huecos y sin amor que los alimente. Naranjas agrias y secas. Sentimientos agrios y secos. Naranjas huecas y sin amor.
¿Y sobre qué podría escribir si no hay nada sobre lo que trazar? Un corazón desierto que se agrieta, un alma muda que no tiene por quién gritar, un vacío habitando alrededor de mis pulmones que apenas tienen aire para respirar. Nada.
¿De qué puedo hablarles si aquí no hay nada digno de ser contado? Sólo vacío. Y les hablaría sobre mi vacío pero ¿qué puedo decir? Oscuridad, abismo silencio. Nada. No soy nadie, no soy nada. No siento, no existo, nada.
Nada, qué palabra tan engañosa. Porque en mis ojos no hay nada y sin embargo pasa algo. Porque mi boca pronuncia "nada" y en realidad es "todo". Porque nunca es nada, siempre hay algo. Yo misma que digo no sentir y estar vacía o llena de nada, ¡miren! terminé escribiendo unos cuántos renglones a cerca de, justamente, nada. Y es que los sentimientos juegan a las escondidas y su escondite preferido es el "nada":
¿Qué te pasa? -Nada.
"Nada" es la escapatoria fácil cuando se trata de decir lo que sentís. Porque, ¿para qué atormentar a las personas dando explicaciones de los espinosos sentimientos que podemos tener? ¿para qué perder el tiempo en enredar a los demás en cables con los que corren riesgo a ser electrocutados? Preferible no decir nada, o mejor aún; no sentir nada. Es más fácil, más llevadero y menos peligroso para el corazón, aunque al no sentir, nos arriesguemos a convertir el corazón en una naranja agria, dura, seca y deshidratada, con sentimientos huecos, escasos de amor que los alimente y los haga revivir.

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