Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ

martes, 30 de abril de 2013

¿Qué sería yo sin el papel?

¿Cuál será el motivo por el que cada vez que estoy triste recurro al papel? ¿Por qué no cuando estoy feliz?
¿Es que hace mucho tiempo que no siento una felicidad tan real, tan intensa como para plasmarla en unas cuántas hojas? ¿Acaso es que en mi interior sólo hay lugar para que habite este sentimiento tan angustioso y pesado? O quizá sea que todas las alegrías las expulso, pero no hacia mis cuadernos, sino hacia los que me rodean. A todos les muestro ese lado lindo, simpático y alegre que tengo, ¿y qué hago con el otro lado; el lado triste? Supongo que aún con mis 14 años no aprendí a aflojarme y aceptar que estoy mal. 
Cuando estoy triste, trago todas las palabras, las lágrimas, las quejas, todo. Las mantengo guardadas dentro de mí por un tiempo hasta que no aguanto más y exploto. Pero claro, no voy a explotar en frente de nadie. Más bien en frente del papel, utilizando un lápiz como medio de comunicación entre el papel y yo. 
El lápiz capta mis tristezas. Siente cómo lo sostengo; sin ánimos, y haciendo un esfuerzo sobrehumano para poder transmitirle todo, hasta la última gota de tristeza, así dejar mi interior libre y liviano, y dejar las angustias encerradas entre las hojas. 
El papel es fiel, no contaría mis secretos a nadie.
El papel es paciente, podría contarle las mismas inquietudes una y otra vez y él siempre estaría ahí, dejando que trace las palabras ya trazadas. 
¿Y qué si prefiero comunicarme con un estúpido trozo de papel antes que con un ser humano? Yo lo prefiero así. No creo que ningún ser, por lo menos que conozca, comprenda realmente cada uno de mis rollos. No digo que el papel los entienda; pero por lo menos no se cansa de ellos. Cualquier persona que me lea ya debe estar cansada de que siempre elija los mismos temas para escribir. Pero, lamento decirles que son los únicos temas que conozco. O los únicos temas que me inspiran. Estos temas me componen. Yo estoy hecha de todo esto. Lo que escribo es lo que soy, pero no lo que todos creen que soy, e incluso lo que yo creo que soy, sino lo que realmente soy. El ser que está muy adentro mío que ni siquiera yo todavía conozco del todo. Ese ser lleno de misterios que poco a poco voy descubriendo, y cada vez me asusta más.
Un ser que sale de mí por partes cada vez que escribo en el margen de las hojas de mis apuntes de clase, o en mi cuaderno de escritos, o en mi agenda o en cualquier trozo de papel. 
Cuando aquel ser misterioso logre salir del todo, quizás (sólo quizás), yo logre entenderme, entender mis rollos y lograr que los demás también lo hagan. Pero mientras tanto, sólo me queda escribir. 
¿Qué sería yo sin el papel?

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