sábado, 2 de junio de 2012
Arriesgarse a volar.
De pequeña no le enseñaron a volar, nadie le regaló aliento, su confianza estaba desvanecida en un agujero negro. Sus alas no crecían, se comenzó a preocupar. Se sentía sola, abandonada. Comenzó a moverse. Movió un pie, luego el otro y caminó. Las agujas del reloj corrían a toda velocidad, de enero pasamos a diciembre. Su corazón sediento de esperanzas ya no sabía que hacer y al oído le susurró "sigue, tu tiempo se acaba". Comenzó a correr y a correr y a correr hasta que se topó con un acantilado. Se detuvo y preguntó a su conciencia "¿que hago?". El viento la quiso empujar, pero ella tenía miedo. El tiempo pasaba. Ella parada con sus pies descalzos frente al acantilado, dudaba. El tiempo volvía a pasar. En eso, alguien viene de atrás y la empuja, y cuando estaba a punto de caer en un precipicio de oscuridad, sus alas se abrieron y levantó vuelo.
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